María Mazzarello trataba a las personas con gran amor, usaba
mucha dulzura, juntamente con la firmeza. Tenía
mucha comprensión y estaba llena de paciencia.
Nos invita también a estar siempre
alegres en el Señor y no desanimarnos nunca, porque quien confía en Jesús y
María, sigue adelante con valor y sin miedo.
No guardaba resentimiento, sabía perdonar y pedir perdón.
Sabía confiar y esperar,
manifestando su gran bondad a los demás.
Quien entra en contacto con la figura de María Mazzarello queda
impresionado al ver hasta qué punto lo extraordinario nace de lo ordinario de
su vida.
La alegría es el signo de un corazón que ama mucho al Señor.
Toda ella es una demostración de cómo Dios hace “grandes cosas”
con quien lo ama.
Oh Dios, que nos has
dado en santa María Mazzarello un modelo de total disponibilidad, a la
voz de tu espíritu, por su humildad y su ardiente caridad concédenos
caminar hoy por las sendas de su enseñanzas.
Maín salía a la búsqueda, como el Buen Pastor
Su atención era al grupo y a cada persona
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